Tierra de arena, las Landas se distinguen por la omnipresencia del agua. El Océano por un lado responde a los ríos, ríos, Barthes y estanques de agua dulce por el otro, en una permanente rivalidad por ocupar el espacio. El agua aporta paisajes y diversidad biológica increíbles. Siempre en movimiento, transforma constantemente los paisajes. Los landeses conocen sus estados de ánimo y recuerdan el valor de este regalo.
la omnipotencia
El océano
Retenido por las dunas en una lucha feroz, al Océano le gusta demostrar su fuerza. Sus incursiones en tierra durante las grandes olas van en contra de su generosidad. Proveedor de pescado fresco para algunos, placer y evasión para otros, ocupa un lugar especial en la vida de los Landais. Porque en todas las edades de la vida, es sin duda aquí donde se forjan los recuerdos más bellos.
Tranquilidad del lago
lagos salados
Ilustración de la lucha entre la tierra y el mar, estos desbordes marinos traen consigo la generosidad del Océano. Los beneficios del medio marino sin sus remolinos... Ofrecen los placeres de nadar en el océano sin olas, la presencia de ostras yodadas y peces de alta mar a pocos metros de la orilla. En catamarán, en kayak… Navegar por sus aguas saladas no tiene el mismo sabor, parece que todo es posible. Porque también en sus pasillos el Océano difunde su inspiración y su respiración.
Dulzura preservada
Lagos de agua dulce
Detrás de la duna, al abrigo de los caprichos de las olas, los altos pinos esconden numerosos lagos. Algunos, inteligentemente escondidos, son un oasis, un refugio preservado para la vida silvestre. Otros permiten la reunión. En sus orillas, que invitan al paseo, los paseantes se encontrarán con excursionistas, ciclistas de montaña y pescadores. En el agua, a bordo de una canoa, de un remo de pie o de un catamarán, es la búsqueda de sensaciones lo que motivará a algunos a dar el paso. Los lagos de las Landas forman espacios de diversidad incomparables donde el hombre y el mundo animal conviven armoniosamente.
La fuerza del río.
Adour
Este río de origen pirenaico ha dejado huella en las Landas con sus caprichos. Antigua ruta comercial importante, su desembocadura errante se fijó en Bayona en el siglo XV, en detrimento de los pueblos costeros de las Landas. Ligeramente calmado, conserva su alma salvaje y se deja abordar desde algunos lugares privilegiados. A pocos kilómetros de la costa, es un paisaje alterado; El cambio es tal que imaginamos haber recorrido distancias prodigiosas. Reino de pescadores, humanos o pájaros, el Adour se revela desde sus orillas y la Voie Verte que lo recorre. Diversos barcos (barcos eléctricos, canoas, etc.) permiten navegar en este otro mundo.
Al suave ritmo de los manteles
Los barthes
Brazos del río Adour, estas praderas y zonas inundadas forman un auténtico mosaico de paisajes. Aquí podrá encontrar fauna y flora raras y variadas que son fáciles de observar desde tierra. La naturaleza marca el ritmo, el hombre está invitado a contemplarla.
Respira, estás en las Landas
El aire fresco de la mañana, la brisa entre los pinos, un viento más cálido por la tarde, cautivador por la noche,... sea cual sea la hora del día, respira hondo.
Magia restauradora
Agua termal
Las virtudes de determinadas fuentes landesas se conocen desde la antigüedad romana. A orillas del Adour, las Termas de Saubusse aprovechan un recurso puro. Cargada de sales minerales y oligoelementos, esta agua surgida de las profundidades de la tierra difunde sus beneficios en profundidad, hasta las células de los cartílagos y de las venas.